martes, 21 de febrero de 2017

DELEITANDOME






Primero me gusta pasar mi mano por su piel, siempre húmeda y a veces viscosa, como si hubiera salivado por todo su cuerpo.

Mirándo sus ojos ya vidriosos que todavía guardan el miedo al final, su último aliento, introduzco una hoja bien afilada en sus entrañas y voy marcando una línea recta hacia su garganta.

Despacio, con suavidad, sintiéndo como voy cortando la carne.

Es entonces cuando mi mano penetra en su interior y arranco con fuerza sus tripas, los entresijos que un día le hicieron vivir.

Lavo con rapidez mi cuchillo y remojo mis manos para borrar cualquier resquicio de matanza en mi.

Y vuelvo a mi tarea, despacio moviendo con sumo cuidado la cuchilla para liberar su piel de la carne por todo el cuerpo..., así de un lado a otro rasgando su identidad.

Es acabando cuando lo lavo con minuciosidad, que no vea ninguna hebra de líquido sanguilonento, que esté tan puro que cuando mastique un trozo de su carne sienta el placer de comerme la vida.

Algunas veces extraigo sus ojos. Mis dedos juegan en su boca mientras agarro el blobo ocular y lo arranco con fuerza y con un machete parto su cabeza en dos.

Es cuando acabo mi trabajo...

....

La Señora Pepa ha tenido suerte, le he limpiado la mejor pieza del mercado.
Tendrá un buen salmón para su cena de Nochebuena.

P

jueves, 9 de febrero de 2017

OTRA VEZ SERÁ






De pequeña fui a visitar al psicológo del colegio como el resto de mis compañeras. Es lo que tiene ir a un colegio de monjas, hasta la cabeza la tienen controlada. (Un beso para Sor Cecilia )
En ese momento ya me confirmaron que tenía fijación por parecerme a mi madre, cosa que le emocionó a la susodicha aunque reconoce que yo soy más simpática. Le honra por cierto.
No es ser su clon lo que a mi me quita el aliento, sino poseer su aptitud para la repostería. Ahora mismo todo aquel que la conoce estará asintiendo con sonrisa babeada en la cara.

Comienzo mi domingo con la intención de presentar a los comensales un "simple" pero perfecto bizcocho de chocolate.
Con el delantal puesto y las manos limpias comienzo la tarea. Paso a paso que no se me olvide ningún detalle para evitar lo de siempre: la ruina.


Encendido el horno, voy mezclando los sencillos ingredientes con pausa. Dicen que las comidas hay que realizarlas con cariño para que salgan ricas. Yo a los huevos que voy cascando y a la harina que revuelvo les voy cantando canciones de amor, que por mi no quede, es más les sonrio cuando los meto en el horno a todos juntitos.
Resultado: una mierda otra vez.

Necesitaría 3 litros de leche para poder mojar el bizcocho y que ablande un poco.
Eso si en presentación no me gana nadie. Ni en risas tampoco, se me cayó un vaso de agua al suelo y en vez de fregona para recogerla utilicé el bizcocho y todavía tiene para más usos.

Yo creo que la culpa es del horno!

Sidrina